Hace algunos años un amigo me hizo una especie de consultoría de numerología en uno de los descansos cotidianos en el trabajo en academia, y su conclusion fue: En esta vida deberás aprender a dejar fluir.
Dejar fluir? ¿Qué es eso? ¿Porqué serà? Fueron las preguntas que me hice durante todo la semana siguiente, tratando de entender que era lo que me tocaba aprender. No me costó mucho recibir apoyo de mis amigos diciéndome: «quizá sea la aprehensividad», «quizá la forma tan en serio como te tomas la vida», «quizá lo perfeccionista», etc. En ese momento me dí cuenta que la gente te ve de diferente forma, como si fueras varias personas a la vez, esto se debe a que cada uno ve en el otro aquello que para él es importante o simplemente visible, pero que puede no describirte realmente. Así que decidí dejar de escuchar lo que los demás pensarán de mi, no por grosera o incrédula pero por que estaba segura que su descripción solo me daría una parte de la radiografía de mi ser. El resto lo estaba por descubrir.
Un par de años antes de llegar a los 30, algo dentro de mi se movió, algo que despertó pidiendo una respuesta, una pregunta simple pero que por las circunstancias en las que me encontraba: soltera, sin hijos, me daba vueltas en la cabeza (probablemente si hubiera tenido ya una familia, esta misma pregunta pudo haber pasado desapercibida o bien ignorada, siendo la respuesta bastante obvia). La pregunta era : ¿Cuál es la meta de mi vida?, es decir ¿Qué hago en este mundo? ¿Qué se espera de mi? Y acompañando a ella, estaban varias preguntas más: ¿Hay algo más allá de ser hija, esposa, madre y abuela de alguien? Si es así, ¿qué es?.
La respuesta la busqué con ímpetu al principio, devorándome diversos libros con temas desde psicológicos hasta religiosos pero no encontraba algo que me tranquilizara. Y recordé la tarea de mi vida aprender a fluir, así que seguí buscando la respuesta pero viviendo tranquila mientras lo hacía.
Pocos meses después decidí dejar on hold mi “vida” y con ello me refiero a las cosas que consideramos como parte de nosotros y que tanto miedo nos da dejar: el trabajo, la familia y la relación, y me fui un mes y medio a India. Quería ver si podia encontrar esa respuesta, mi respuesta – porque cada uno se construye la propia – y fue así como estuve por dos semanas en un curso de introducción al budismo en donde mientras vives en silencio agradeciendo aquello que tienes analizas de forma filosófica y académica los textos y enseñanzas budistas. Dos semanas enteras para mí, para preguntar, para responderme dudas y aprender sobre conceptos como la reencarnación, el karma, la bendición de una vida humana y la iluminación.
Estos aprendizajes fueron para mi una bendición, aún creo en los ángeles de la guarda -en agradecimiento a un cuadro hermoso que mi madre colocó en mi cuarto de niña y que me ayudaba a dormir mejor-, amo a la virgen y a Jesús y no digo que ahora sea budista pero sigo aprendiendo de esta filosofía, estudiando y escuchando a aquellos con más sabiduría. Ahora puedo decir que me siento tranquila con la respuesta encontrada y el sentido que le di a mi vida a partir de ese momento. Les contaré a detalle en otro momento.
Mi respuesta está llena de técnicas, respuestas, acciones concretas que contemplan un constante esfuerzo para cambiar comportamientos negativos, desear de corazón cosas positivas para los demás, tratar de ser cada día una mejor persona enamorándome de mi misma perdonándome, respetándome y fluyendo con aquello que no está en mis manos, dejando ir con tranquilidad aquello que no está destinado a quedarse en mi vida. ¿Difícil? Claro, pero al final tengo toda la vida para irlo aprendiendo ¿no?
Un abrazo a todos y que vengan otros 33!!